Ha sido un mes largo. Larguísimo como una vida. Triste. Y a pesar de todo, tan introspectivo.
He aprendido del dolor, de un tipo que sólo afecta a quien percibe la ausencia.
He tenido conversaciones a veces demasiado lánguidas, eso ya lo saben los cinco o seis amigos que leen estas líneas, pues ya con cada uno de vosotros esto ha pasado y así está bien.
Y en el fondo, sé que él siempre estuvo en cada letra, como una sombra alargada y oblicua a mí. Asoma ahora y lo hará siempre. No quiero reiterarme por ahí.
Prefiero contar otras cosas. Como que enero ha sido tan largo que me ha dado tiempo hasta de andar por el sur, pisando por la tierra mojada. He ido mezclando situaciones y sentimientos con una precipitación vertiginosa de días y lugares, de personas y rostros, de momentos más o menos melancólicos.
Leo a Saramago: La nada no es materia de contrabando.
Escribo a ratos sensaciones de algunos reencuentros con personas del pasado (fantasmas de carne y hueso, mis estimados, estáis todos muy bellos). Diez, quince años después he reintentado una vida que siempre supe que no era la mía. Por ejemplo, me he reencontrado con mi primer gran amor adolescente y esto fue lo que escribí de ella esa noche, cuando en el silencio de la casa de mis padres repasaba qué había dado de sí el día:
Tú, que provocaste mis primeros poemas (tan torpes, tan previsibles), contigo vuelvo tantos años después, nos tomamos un café en el barrio, en nuestro barrio, el que abandonamos ambos hace mucho. Pero antes yo había ido hasta tu puerta como hice tantas mañanas cuando iba a recogerte para hacer juntos el camino hasta el instituto. Nunca me regalaste un beso. Pero aceptabas cada poema, los guardabas cuidadosamente (aún hoy me confiesas que conservas todas “mis cosas” ¿qué querrá decir con “mis cosas”? me decía yo mientras hablabas) y sigues igual, el mismo pelo rubio rizado, los mismos ojos azules (aumentado ahora el desasosiego que causan por una inteligente línea de lápiz de ojos azul sólo en el párpado de arriba) la misma voz y las mismas expresiones.
Qué hermosos fueron aquellos años. Dejo claro que todo ello visto desde el aquí y el ahora.
Hablamos de mi padre y el tuyo cuando hablábamos del presente y también cuando hemos hablado del pasado. Es feliz en su matrimonio. Yo lo fui mientras duró el mío. Los dos hemos pasado gradualmente del elixir de ron al ron oscuro y luego al gintónico. Deben ser cosas del barrio, herencias abstractas de algo que ambos queremos creer que nos une. En ningún momento me has hablado del futuro ¿tú también te has dado cuenta?
Yo ando con una versión de mí en estado puro, es decir, como si mi nombre y mis apellidos estuvieran a flor de piel todo el tiempo. Tendré que relajar esto en algún momento. Por eso volver (el yo pasado por ciertos filtros y recordado con los viejos amigos se matiza es mucho menos dura esa realidad que la que uno barrunta, la que uno mastica sin digerir nunca las partes menos provechosas) volver al pasado, te decía, acompañado por ti no es lo mismo; mejora considerablemente a base de anécdotas que no sé por qué yo había olvidado.
Andábamos por el centro de Sevilla, con una lluvia menuda que lo empapaba todo. Y nosotros andábamos y hablábamos. El centro de Sevilla pasaba bajo nuestros pies y yo también pensaba en Madrid.
Lara Pound me espera en Madrid. Maneras de no estar. De allí me traje un fragmento de nada que por no atenerse a otra cosa que no sea su nadería no traficable salió sin puntos ni comas (ay, don José) y que no creo que le haga mal a este semblante de los últimos días, el retrato un poco roto y así de imperfecto:
ya me cansa toda esta conversación con respecto a todo de hecho en vez de colocar mi silla junto a esta otra silla y su ocupante en vez de colocarla donde siempre la pongo la he alzado al vuelo y en un movimiento controlado esquivando la zona abuhardillada sin rozarla siquiera hasta llegar del otro lado de la mesa el inaccesible el que pone tierra por medio y que sólo utilizo cuando quiero que el enfrentamiento sea suave sin demasiada acritud momentos para los que dejo la opción de permanecer de pie hacer otras cosas en la distancia
el gato y la tortuga se miran fijamente es decir parece que al cabo de un rato ya no se miran si no que intentar adivinar algo que se esconde detrás del otro o quizás quién sabe dentro de cada uno como si fuera una forma sutil de mirarse en un espejo y yo los miro a ellos mientras de fondo continua el monólogo lejano ése que sucede al otro lado de la mesa como si fuera la radio puesta olvidada en alguna habitación del otro lado de la casa
no importa yo te quiero así tal para peor con mi amor para lo imperfecto tan lleno de imperfecciones él mismo tan despreocupado para cualquier cosa que no sea uno porque tú no lo sabes pero lo que estás buscando es un espejo donde mirarte esa imagen reflexiva que yo te mando ahora como a mí me la mandan el gato y la tortuga que se miran cada uno reflejado en la imagen del otro
y por fin me animo un poco ya ves el problema suele venir de dentro y entonces me levanto con cualquier excusa a la vuelta cambio de sitio la silla me ubico por así decirlo donde debería haber empezado y entonces la empatía funciona y vuelve la conexión a mi cerebro y descubro que el espejo funciona también para mí y hablo pausado menos sarcástico que de costumbre y recuerdo que he hecho promesa de no volverme un ermitaño
son tiempos raros los que estamos viviendo y siento que me estoy preparando para iniciar viaje algo así como tenerlo todo recogido y medianamente preparado para hacer lo que tienes que hacer lo que llevas evitando hace algún tiempo dar el salto aquello del pecho descubierto y enfrentarte a la vida y ahora que te lo cuento que te digo cómo va empezar todo lo que me hace sentir algo bueno dentro y tú me sonríes y ha desaparecido toda melancolía en tu cara y ahora me vives con lo que te cuento y con lo que tú por cuenta propia imaginas y yo entonces te pongo un tango el más triste que encuentro uno de carlos gardel cuyo título me guardo una especie de terapia de choque con ciertos peligros pero que al final termina resultando y hubiera sido una buena noche para emborracharse pero yo ya sólo lo hago con ciertos amigos y mis hermanos es una pena pero en estos momentos eso es así y de todas formas tú estás más animada pero no tanto y en realidad no te apetece y yo lo comparto
me he quedado solo pero sigo escuchando a gardel que suena con ruido de fondo como de vinilo maravillas del siglo XXI que lo digital imite tan bien lo analógico y carlos con su cadencia y el agradable ruido de fondo y dice que la noche que me quieras y a la siguiente por una cabeza y luego adiós muchachos y entonces yo me acuerdo de luis cernuda y entonces me pongo más triste si cabe mi querido luis qué ha pasado el insigne nombre del mejor poeta que lucía espléndido en el frontal del instituto de enseñanza secundaria aquellos años importantes de tu vida ahora cambiados los rótulos más modernos en plástico verde y blanco con el nuevo nombre luciendo como si fuera motivo de orgullo salvador távora dicen que se llama ahora lo mejorcito de esta andalucía de capirotes y feriantes lo único que se le ocurre destacar subvencionar el caballo la cruz el geranio tomados por el lado resabido ya mustio de ser tan usado esa andalucía a la que no quiero volver porque sabes que no tiene futuro más allá del asunto bajo cuerda o del desprecio de todo lo que viene de fuera y me pregunto constantemente por qué pienso tanto en sevilla existiendo cádiz y descubro que realmente me preocupa
en sevilla he estado y volveré pronto porque marca mi retorno y ella con indiferencia me vio volver y eso está bien porque ha desaparecido la agresividad de otros tiempos además allí he visto a los amigos que ya no veo en madrid y es cierto que llovía hasta el punto de confundirla con macondo o con una selva tropical pero de repente hizo sol y eso también es sevilla
qué buena noche hubiera sido esta para empuñar la botella de ginebra rodeado de amigos creado el ambiente satisfactorio para este tipo de encuentros bien cargado de humo el ambiente el tabaco impregnando todos los rincones la música un poco alta la conversación lánguida o viva eso no importa el hielo deshaciéndose en las copas anchas
las mismas palabras no quieren decir lo mismo depende de qué boca salgan qué manos emplean cada letra cómo se empuña cada frase hacia dónde deja caer cada uno el acento la pausa el exceso de esdrújulas o monosílabos todo eso que marca el recorrido habitual de los temas comunes o los más escabrosos la disidencia en casa o peor en la propia mente.
Y ahí terminó Madrid. Pero Sevilla me deja más personas claves y hechos concretos en estos días que no quiero dejar de nombrar:
Mis visitas a uno de los mejores conversadores que conozco, Ignacio, el peluquero del barrio. Me gustaría señalar aquí que estas visitas continuas al peluquero por parte de un calvo es, forzosamente, una cuestión con visos filosóficos.
Leo, alguien escribe (probablemente sigo con Saramago), que deberíamos vivir como si fuéramos supervivientes.
Y después está Paco el camarero, cinturón roto de taekwondo (que según él me cuenta es más que cinturón negro).
Releo lo escrito hasta el momento. Otro pensamiento al aire:
no tengo claro si leerse uno mismo
no viene a ser como una pérdida de tiempo.
Acabo de llegar de la calle
la niebla está tan espesa como yo.
cubiertas las necesidades básicas
y vuelvo a estas palabras
reiteración continua de la primera persona
Mi contrapunto ha estado en la música. He repasado las canciones de Lole y Manuel (asociación mental con los gustos de mi padre) con nuevos oídos, como tirando de una raíz profunda que vivía ahí debajo alimentándose de olvido.
A ratos también releo con gusto El extranjero.
No sé si es la lectura más adecuada en estos días en los que tengo que hacer un esfuerzo brutal para que todo no lleve al mismo sitio vacío, pero no importa (nunca ha importado), yo leo fragmentos al azar y recuerdo aquel año en el instituto Luis Cernuda en el que L'ètranger fue lectura obligatoria y yo me quedé prendado hasta hoy. ¿Leerán los chavales a Camus pese a que el centro se llame “Salvador Távora”? ¿Y a Cernuda? ¿Lo leerán? Por mí que no quede, dejo aquí un poema de mi estimado Luis:
pues va entre gente solo,
Madrid-Sevilla-El Bosque-Madrid.