jueves, 13 de febrero de 2014

Calavero pasea




Hay que arrimar el hombro.

O al menos eso dicen

los que nunca se manchan

y no han visto un escombro.



Hay que arrimar el hombro:

El tuyo con el suyo,

sin armar más barullo.

Me asombra vuestro asombro.



Unas grupis nerviosas

preguntan por la pasta
de una forma entusiasta

con pancartas capciosas.

 Rodean los mercados

que llaman de valores,

lanzan al aire flores

que caen en los juzgados
 alfombrando las filas
tan tristes de parados

que sin gran retahíla

hablan a los jurados

 pero solo consiguen

decir el padrenuestro:

“Perdona al que persigue,

da poder al siniestro”.



Y un corifeo dice

¿dónde vas, Calavero?

Tan triste y sin dinero,

con tantas cicatrices.

 Responde: Al matadero.

Y el corifeo hueco:

Buen viaje, compañero.


Se van. Ni queda su eco.



Si ningún político,

con perdón, interfiere

habrá un sitio mítico

de esos donde se ingiere

 el champán de los pobres

(bendito matarratas)

que al meterte en el sobre

saca el frío por patas

 y da igual que no cobres

las comidas de latas

las bebidas baratas

la lengua tan salobre.

Pasa muy acelerado

el momento oportuno…

va tan bien disfrazado

que no lo ve ninguno.


Ellos nada más sueñan

algún primer amor.

Ellos nada más sueñan

con un último amor,

 un buen sofá mullido,


una cena caliente.




Sueñan constantemente

 que esto tiene sentido


jueves, 1 de agosto de 2013



La casa se quedó pequeña
y me pesaba hasta el alma,
me pesa.

Despienso si llamo y no contesta,
me paro, dudo y sigo
caminando de acá para allá,
preguntándome
adónde ir

si tengo escarcha en la garganta

y en la frente una marca de carmín.


Feroz contra el mundo
besos, dentelladas, humo;                             
(ni tanto supuso
ni me queda sabor a nada)

Todavía
me consuela un poco
la autodestrucción de los versos
este no saber distinguir
la realidad y el deseo
lecciones mal aprendidas

(soñar sale muy caro)
(pedir perdón o pedir permiso)
(no olvidar las agallas para bucear la vida)

y sin desmerecer del todo a la esperanza
llamo y espero que suene
una, quizás dos veces,
y contestes,

mi querida.

viernes, 28 de junio de 2013

El taller de Lara Moreno. Fin de curso.



Han sido nueve meses de experiencia concentrada. Cada martes, asomados durante el descanso a los balcones de la calle Torrecilla del Leal, fumábamos y compartíamos experiencias literarias. El taller de mi querida Lara Moreno ha sido una experiencia inmejorable.

Palabras. Frases. Cuentos.

Un martes la propuesta de tema perfectamente desarrollado por la profe y al siguiente un relato confeccionado intentando seguir los puntos expuestos. Las lecturas representativas de cada tema. Las conversaciones sobre lo personal y lo necesario, sobre las letras y sus usos. Nano, Ade, Aroa, Miguel (Mr. Doctor Tull), Ana... estos impecables compañeros de viaje en una necesidad tan difícil de cubrir. Es cierto que ahora se abre el vacío de cada martes: faltará la droga que teníamos asegurada en dosis semanales.

Lara Moreno es magistral. Lo seguirá demostrando a partir del 5 de septiembre, fecha en la que se presenta su novela Por si se va la luz (editorial Lumen). Como cuentista lo ha demostrado ya ampliamente. Tengo la suerte de ser su amigo desde hace muchos años (tantos que algunos recuerdos me parecen sacados de una peli sepia) y haber ido conociendo sus cuentos de primera mano. Tengo la suerte de quererla y dejarme querer. Gracias por todos estos meses, Larita mía.

Para que lo sepáis; el curso que viene habrá más talleres (también una versión online para los que no viven en Madrid). Me gustaría no haber hecho ya este curso para volver a repetirlo y que todo me sonara a nuevo, a descubrimiento; que me dejara ese sabor de boca tan agradable como un beso con palabras, un abrazo de cuento.

El martes pasado tuvimos nuestro último encuentro en Torrecilla del Leal. Queda un día más, que celebraremos fuera del aula. Despedida y cierre más homenaje a Pedro Casariego Córdoba. Es triste. Pero nos llevamos todo lo aprendido.

Un caso claro en el que recibes mucho más de lo que das...
Hay que sentirse agradecido.

jueves, 2 de mayo de 2013



Hoy me voy a permitir el lujo de compartir un trocito del pasado. Salió de un mano a mano con mi querido Paco Cifuentes. Cuando pienso en los despreocupados años cero se me vienen a la mente la imagen de tantos que anduvimos divirtiéndonos entre los callejones orinados de una ciudad que se las prometía muy felices. Son demasiados nombres, así que he decidido no poner ninguno. Todos sabemos quienes somos. 


Los felices años cero
(R. Terán - P. Cifuentes)

Estaba Joaquín Sabina
recitando en una radio
una canción de otros días
un romance de extrarradio.

Bailaban sobre las mesas
los amigos del pasado
con un ritmo acompasado
entre la niebla densa
del humo de los cigarros,
los llantos por las esquinas
de los que están bien borrachos,
en fin, los que más se animan.

Exaltación de la amistad
a las puertas de lavabos.
Suenan brindis de cristal,
son rostros despreocupados.

Feliz principio de siglo
que ya se fue acabando.
Yo tenía veintitantos,
Madrid está de testigo.

Tan solo éramos gente
que no tenían pasado,
buscando un golpe de suerte
en esos años dorados.

Un constante mano a mano,
(bebíamos diariamente)
de tragos dulces y amargos.

Seguíamos la corriente
de los loquitos urbanos.

Éramos algo indecentes
pero siempre tan educados.

Benditos supervivientes.

Felices los años cero
tan golfos y noctámbulos,
tan abrazo sonámbulo
tan falsos, tan sinceros.

Los divertidos estragos
de lecturas resacosas,
La distancia entre las cosas
vistas de cabo a rabo.

Felices los años cero
de este siglo acelerado.

Sonaba Andrés Calamaro
Juan Perro, Morente y Bebo
en aquel bar olvidado
de lo alto de Las Vistillas,
donde el hombre enamorado
besó lunas de mentira.



lunes, 11 de febrero de 2013

Un poco más


figura literaria
morbidez de tus formas
la que en arte transforma
las cositas diarias

domingo, 29 de abril de 2012

Entrada inédita fechada hace casi un año y medio


Ha sido un mes largo. Larguísimo como una vida. Triste. Y a pesar de todo, tan introspectivo. 


He aprendido del dolor, de un tipo que sólo afecta a quien percibe la ausencia. 
He tenido conversaciones a veces demasiado lánguidas, eso ya lo saben los cinco o seis amigos que leen estas líneas, pues ya con cada uno de vosotros esto ha pasado y así está bien.

Y en el fondo, sé que él siempre estuvo en cada letra, como una sombra alargada y oblicua a mí. Asoma ahora y lo hará siempre. No quiero reiterarme por ahí.

Prefiero contar otras cosas. Como que enero ha sido tan largo que me ha dado tiempo hasta de andar por el sur, pisando por la tierra mojada. He ido mezclando situaciones y sentimientos con una precipitación vertiginosa de días y lugares, de personas y rostros, de momentos más o menos melancólicos.

Leo a Saramago: La nada no es materia de contrabando.

Escribo a ratos sensaciones de algunos reencuentros con personas del pasado (fantasmas de carne y hueso, mis estimados, estáis todos muy bellos). Diez, quince años después he reintentado una vida que siempre supe que no era la mía. Por ejemplo, me he reencontrado con mi primer gran amor adolescente y esto fue lo que escribí de ella esa noche, cuando en el silencio de la casa de mis padres repasaba qué había dado de sí el día:

Tú, que provocaste mis primeros poemas (tan torpes, tan previsibles), contigo vuelvo tantos años después, nos tomamos un café en el barrio, en nuestro barrio, el que abandonamos ambos hace mucho. Pero antes yo había ido hasta tu puerta como hice tantas mañanas cuando iba a recogerte para hacer juntos el camino hasta el instituto. Nunca me regalaste un beso. Pero aceptabas cada poema, los guardabas cuidadosamente (aún hoy me confiesas que conservas todas “mis cosas” ¿qué querrá decir con “mis cosas”? me decía yo mientras hablabas) y sigues igual, el mismo pelo rubio rizado, los mismos ojos azules (aumentado ahora el desasosiego que causan por una inteligente línea de lápiz de ojos azul sólo en el párpado de arriba) la misma voz y las mismas expresiones.
Qué hermosos fueron aquellos años. Dejo claro que todo ello visto desde el aquí y el ahora.
Hablamos de mi padre y el tuyo cuando hablábamos del presente y también cuando hemos hablado del pasado. Es feliz en su matrimonio. Yo lo fui mientras duró el mío. Los dos hemos pasado gradualmente del elixir de ron al ron oscuro y luego al gintónico. Deben ser cosas del barrio, herencias abstractas de algo que ambos queremos creer que nos une. En ningún momento me has hablado del futuro ¿tú también te has dado cuenta?
Yo ando con una versión de mí en estado puro, es decir, como si mi nombre y mis apellidos estuvieran a flor de piel todo el tiempo. Tendré que relajar esto en algún momento. Por eso volver (el yo pasado por ciertos filtros y recordado con los viejos amigos se matiza es mucho menos dura esa realidad que la que uno barrunta, la que uno mastica sin digerir nunca las partes menos provechosas) volver al pasado, te decía, acompañado por ti no es lo mismo; mejora considerablemente a base de anécdotas que no sé por qué yo había olvidado.
Andábamos por el centro de Sevilla, con una lluvia menuda que lo empapaba todo. Y nosotros andábamos y hablábamos. El centro de Sevilla pasaba bajo nuestros pies y yo también pensaba en Madrid.

Lara Pound me espera en Madrid. Maneras de no estar. De allí me traje un fragmento de nada que por no atenerse a otra cosa que no sea su nadería no traficable salió sin puntos ni comas (ay, don José) y que no creo que le haga mal a este semblante de los últimos días, el retrato un poco roto y así de imperfecto:

ya me cansa toda esta conversación con respecto a todo de hecho en vez de colocar mi silla junto a esta otra silla y su ocupante en vez de colocarla donde siempre la pongo la he alzado al vuelo y en un movimiento controlado esquivando la zona abuhardillada sin rozarla siquiera hasta llegar del otro lado de la mesa el inaccesible el que pone tierra por medio y que sólo utilizo cuando quiero que el enfrentamiento sea suave sin demasiada acritud momentos para los que dejo la opción de permanecer de pie hacer otras cosas en la distancia
el gato y la tortuga se miran fijamente es decir parece que al cabo de un rato ya no se miran si no que intentar adivinar algo que se esconde detrás del otro o quizás quién sabe dentro de cada uno como si fuera una forma sutil de mirarse en un espejo y yo los miro a ellos mientras de fondo continua el monólogo lejano ése que sucede al otro lado de la mesa como si fuera la radio puesta olvidada en alguna habitación del otro lado de la casa
no importa yo te quiero así tal para peor con mi amor para lo imperfecto tan lleno de imperfecciones él mismo tan despreocupado para cualquier cosa que no sea uno porque tú no lo sabes pero lo que estás buscando es un espejo donde mirarte esa imagen reflexiva que yo te mando ahora como a mí me la mandan el gato y la tortuga que se miran cada uno reflejado en la imagen del otro
y por fin me animo un poco ya ves el problema suele venir de dentro y entonces me levanto con cualquier excusa a la vuelta cambio de sitio la silla me ubico por así decirlo donde debería haber empezado y entonces la empatía funciona y vuelve la conexión a mi cerebro y descubro que el espejo funciona también para mí y hablo pausado menos sarcástico que de costumbre y recuerdo que he hecho promesa de no volverme un ermitaño
de acuerdo
son tiempos raros los que estamos viviendo y siento que me estoy preparando para iniciar viaje algo así como tenerlo todo recogido y medianamente preparado para hacer lo que tienes que hacer lo que llevas evitando hace algún tiempo dar el salto aquello del pecho descubierto y enfrentarte a la vida y ahora que te lo cuento que te digo cómo va empezar todo lo que me hace sentir algo bueno dentro y tú me sonríes y ha desaparecido toda melancolía en tu cara y ahora me vives con lo que te cuento y con lo que tú por cuenta propia imaginas y yo entonces te pongo un tango el más triste que encuentro uno de carlos gardel cuyo título me guardo una especie de terapia de choque con ciertos peligros pero que al final termina resultando y hubiera sido una buena noche para emborracharse pero yo ya sólo lo hago con ciertos amigos y mis hermanos es una pena pero en estos momentos eso es así y de todas formas tú estás más animada pero no tanto y en realidad no te apetece y yo lo comparto
me he quedado solo pero sigo escuchando a gardel que suena con ruido de fondo como de vinilo maravillas del siglo XXI que lo digital imite tan bien lo analógico y carlos con su cadencia y el agradable ruido de fondo y dice que la noche que me quieras y a la siguiente por una cabeza y luego adiós muchachos y entonces yo me acuerdo de luis cernuda y entonces me pongo más triste si cabe mi querido luis qué ha pasado el insigne nombre del mejor poeta que lucía espléndido en el frontal del instituto de enseñanza secundaria aquellos años importantes de tu vida ahora cambiados los rótulos más modernos en plástico verde y blanco con el nuevo nombre luciendo como si fuera motivo de orgullo salvador távora dicen que se llama ahora lo mejorcito de esta andalucía de capirotes y feriantes lo único que se le ocurre destacar subvencionar el caballo la cruz el geranio tomados por el lado resabido ya mustio de ser tan usado esa andalucía a la que no quiero volver porque sabes que no tiene futuro más allá del asunto bajo cuerda o del desprecio de todo lo que viene de fuera y me pregunto constantemente por qué pienso tanto en sevilla existiendo cádiz y descubro que realmente me preocupa
en sevilla he estado y volveré pronto porque marca mi retorno y ella con indiferencia me vio volver y eso está bien porque ha desaparecido la agresividad de otros tiempos además allí he visto a los amigos que ya no veo en madrid y es cierto que llovía hasta el punto de confundirla con macondo o con una selva tropical pero de repente hizo sol y eso también es sevilla
qué buena noche hubiera sido esta para empuñar la botella de ginebra rodeado de amigos creado el ambiente satisfactorio para este tipo de encuentros bien cargado de humo el ambiente el tabaco impregnando todos los rincones la música un poco alta la conversación lánguida o viva eso no importa el hielo deshaciéndose en las copas anchas
las mismas palabras no quieren decir lo mismo depende de qué boca salgan qué manos emplean cada letra cómo se empuña cada frase hacia dónde deja caer cada uno el acento la pausa el exceso de esdrújulas o monosílabos todo eso que marca el recorrido habitual de los temas comunes o los más escabrosos la disidencia en casa o peor en la propia mente.

Y ahí terminó Madrid. Pero Sevilla me deja más personas claves y hechos concretos en estos días que no quiero dejar de nombrar:

Mis visitas a uno de los mejores conversadores que conozco, Ignacio, el peluquero del barrio. Me gustaría señalar aquí que estas visitas continuas al peluquero por parte de un calvo es, forzosamente, una cuestión con visos filosóficos.

Leo, alguien escribe (probablemente sigo con Saramago), que deberíamos vivir como si fuéramos supervivientes.

Y después está Paco el camarero, cinturón roto de taekwondo (que según él me cuenta es más que cinturón negro).

Releo lo escrito hasta el momento. Otro pensamiento al aire:

La verdad
no tengo claro si leerse uno mismo
no viene a ser como una pérdida de tiempo.

Acabo de llegar de la calle
la niebla está tan espesa como yo.

Tabaco, leche, pan,
cubiertas las necesidades básicas
regreso
y vuelvo a estas palabras
reiteración continua de la primera persona
y sus usos reflexivos.

Mi contrapunto ha estado en la música. He repasado las canciones de Lole y Manuel (asociación mental con los gustos de mi padre) con nuevos oídos, como tirando de una raíz profunda que vivía ahí debajo alimentándose de olvido.


A ratos también releo con gusto El extranjero
No sé si es la lectura más adecuada en estos días en los que tengo que hacer un esfuerzo brutal para que todo no lleve al mismo sitio vacío, pero no importa (nunca ha importado), yo leo fragmentos al azar y recuerdo aquel año en el instituto Luis Cernuda en el que L'ètranger fue lectura obligatoria y yo me quedé prendado hasta hoy. ¿Leerán los chavales a Camus pese a que el centro se llame “Salvador Távora”? ¿Y a Cernuda? ¿Lo leerán? Por mí que no quede, dejo aquí un poema de mi estimado Luis: 


Sombra hecha de luz, 

que templando repele, 

es fuego con nieve 

el andaluz. 


Enigma al trasluz, 

pues va entre gente solo, 

es amor con odio 

el andaluz. 


Oh hermano mío, tú. 

Dios, que te crea, 

será quién comprenda 

al andaluz.


(...)
Madrid-Sevilla-El Bosque-Madrid.