Ha muerto Ryszard Kapuscinski,
penúltimo ejemplo de vida racional.
Desde hoy
los mundos, de complejos,
se me van a escapar por los bordes
pese al orden
que intento imponer
en esta autocracia imperfecta
que llaman los treinta años.
Supongo que habrá que buscar
nuevos modelos de comportamiento
puesto que los nuestros se hacen viejos
se mueren o cambian de vida
(como estamos haciendo
nosotros en otro plano)
dejándonos cada vez más solos.
Ese debe ser el camino. No hay otro.
3 comentarios:
Eso tan nuevo que refulge hoy
como promesa de mañana
es un tratamiento hipertecnológico,
a todo relieve y colorido de futuro,
de la buena y vieja página
ciclostilada de anteayer
(pero sin manchar los dedos).
(Voy de blog en blog como dándoos el pésame por la muerte de K.: ¡tendré que leerlo!).
No dudes ni un segundo, si cae un libro de K en tus manos, de bebértelo.
A mí me gustaba imaginar que era un diario lo que leía.
Para K, hoy debe ser un día de molinillos de café y un ratito más en la cama.
"Fuimos al frente al despuntar el alba. Llovía a mares y hacía un frío terrorífico. El coche resbalaba en el barro; el resto del camino tuvimos que hacerlo andando, a duras penas. Nos topamos con una veintena de soldados que iban por la carretera arrastrando los pies: lo que quedaba de un destacamento. Cada uno de ellos llevaba de la mano a un niño pequeño, descalzo y tiritando de frío. Durante la noche, varias mujeres con niños habian atravesado el río a bordo de unas primitivas canoas africanas. Mientras las mujeres permanecían en la orilla vigilando sus pertenencias, los soldados llevaban a los niños a la retaguardia, a la cocina, para darles algo de comer.
Ricardo Kapuscinski.
Un día más con vida.
Tengo bajo el monitor una rana tumbada boca arriba y vestida de frac que me dice en croata (el idioma de las ranas) que sí, que lea a Kapuscinski, que me deje los clásicos no leídos y lea a Kapuscinski, que los clásicos son clásicos siempre y por eso son clásicos. Estas ranas eslavas...
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