Hoy paso el tiempo plantando cactus
en un viejo acuario
mucho tiempo arrumbado.
Otro viejo proyecto.
Hay días que el tiempo es laxo.
Son los días
en los que más me acuerdo
de los que no están,
como si hiciera
un tiempo especial para ello.
De repente,
observo una cuchara y digo Lorna
o veo una corbata azul colgada
y digo padre.
Uno necesita también de estos días
y se permite el lujo de imaginar un teléfono
desde el que poder llamar a las ausencias
y empezar la conversación
como si nada hubiera pasado.
Pero que va,
pueden sonar los tonos
todo el tiempo que quieras:
nadie va a contestar del otro lado.
Esto, a veces, también nos pasa a los vivos.
Nada que reprochar al respecto.
Puedo dar la sensación
de que la tristeza reaparece.
Pero no,
es simplemente un relato tranquilo;
recuerdos sin sombras de malos augurios,
sin el fondo agitado de unos meses atrás.
Solo son pensamientos que hoy comparto
y habrá días en los que vuelva a hacerlo.
Me pasará una y otra vez.
Y va a ser así
y ojalá consiga
que una vez muerto
alguien me recuerde
y lo haga desde la serenidad
y reviva ciertos momentos
cuando, por ejemplo,
la vida le suene a un verso
o a algo igual de vano,
quizás un reflejo
una frase hecha
un instante
prendido a jirones
en las espinas de un cactus.
5 comentarios:
Qué templanza, amigo.
Me gusta este lugar. Merodearé a menudo si se me permite.
Un saludo, amigo David. ¿Todo bien por el sur?
Claro Marinus, tú merodea todo lo que quieras. No siempre lo llevo muy al día, pero aquí está.
Siempre me conmovieron tus palabras. Siempre me revolvieron el espiritu y el ánimo. Ya no te vuelves a escapar.
Como veo que ya nos conocemos (aunque yo no llegue a distinguir tus rasgos distintivos) te diré, amigo anónimo, que no, que ya no me escapo a ninguna parte. Si acaso alguna huida momentánea, de esas que tan bien sientan de vez en cuando...
Gracias por venir a conmoverte conmigo.
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