jueves, 19 de enero de 2012

Miscelánea


Recuerdo haber visitado alguna vez, cuando era niño, a un tío segundo que guardaba cantidades ingentes de productos de primera necesidad en una alacena torpemente construida en un rincón de la cocina. Eran los años de la Guerra Fría y una corriente de desesperanza recorría el mundo.

Hoy en día tengo varios amigos que me recomiendan que haga lo mismo, que siga unas directrices que, según ellos, marca Protección Civil, que consisten en una respuesta a posibles tormentas solares. En realidad no han cambiado tanto los tiempos.

No digo que no vaya a pasar. Simplemente opino que anticipar a bombo y platillo este tipo de cosas entra más en el mundo de la predicción adivinatoria que en la esencia humana de ir viviendo el presente.

Viviendo mi presente por fin tengo entre mis manos el libro que llevo esperando un montón de tiempo. He recuperado (¿dónde quedó aquella otra edición?) La Realidad y el Deseo de mi admirado Luis Cernuda. Creo que jamás cejaré en mi empeño de no olvidar nunca sus versos, los que me lanzaron al abismo poético cuando era un adolescente y que hoy me conmueven como el primer día.


Scherzo para un elfo

Delicada criatura:

No deseo a mi voz

Que turbe el embeleso

Amarillo del bosque,

Tu elemento nativo

Por los troncos oscuros

Sustentado hasta el cielo.


Yo quisiera, por este

Atardecer translúcido,

Denso tal un racimo,

Trazarte huella o forma,

Pulsando ramas, hojas,

Tú con el viento en duda.


Difuso aroma, vagas

Con paso gris de sueño,

Te pierdes en la niebla

Que exhala el estanque,

Pensamiento gracioso

De un dios enamorado.


Inspiras todo el aire,

Bajo tu magia abre,

Como una flor, tan libre,

El deseo del hombre

Con un alto reposo

Que alivia de la vida.


Siempre incierta, tal eco

De algún labio, a lo lejos

Entre aliso y aliso

De nórdica blancura,

Vibra tu esbelta música

Y en un fuego suspira.


¿Acaso el amor pesa

A tu cuerpo invisible,

Y sus burlas oscuras

Sobre el mundo recuerdan

En ti, anhelo eterno,

A nosotros efímeros?


Sonríe, dime, canta,

Si eres tú ese arrebato

Que lleva hojas ardientes,

Dejos de tu guirnalda,

Con pasión insaciable

A realizarse en muerte.


¿Mueres tú también, mueres

Como lo hermoso humano,

Hijo sutil del bosque?

Te aquietas por el musgo,

Callas entre la niebla,

Alguna nube esculpe,

Iris de leve nácar,

Tu hastío de los días.


Aún creo ver tus ojos,

Su malicia serena,

Tras las desnudas cimas,

Por el aire, profundo

Y ya fríos, con la noche

Que imperiosa se alza.


O aquel poema, quizás el segundo leído de Cernuda, Donde habite el olvido; o ese otro que el Cantante musicó por aquella fechas y que empezaba diciendo: “Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman”, el principio de este verso es el título del poema. Luis Cernuda es mi pasado. Y, desde luego, vuelve a ser mi presente.

Dice Luis García Montero: “Así la realidad/ sin puntos y sin comas/ hecha piel y mezclada/ por el tiempo en el fondo de los ojos…”. Qué grande. Y Ángel González dice: “La lágrima fue dicha./ Olvidemos / el llanto/ y empecemos de nuevo,/ con paciencia,/ observando las cosas/ hasta hallar la menuda diferencia/ que las separa/ de su entidad de ayer/ y que define/ el transcurso del tiempo y su eficacia.” Dan ganas de dejar de escribir poemas y leer, leer, leer…

Es curioso que ahora que parece que Huésped por fin se acerca a la imprenta, yo me siento un poco alejado de mis propios poemas, como si hubieran sido escritos por otra persona que se parece a mí en otros momentos que se parecen sospechosamente a estos años atrás. Supongo que esto forma parte de tener 34 años y publicar un primer libro de poemas en solitario. No es que me parezcan mal, o desubicados en su espacio. Me parecen lejanos. Bueno, es una sensación de estos días que tampoco, creo, debe preocuparme mucho. Pero aquí dejo constancia de ello por si al leer estas líneas dentro de un tiempo opino diferente.


3 comentarios:

Lara dijo...

A mí siempre me ha pasado. Por una cosa o por otra, pasa un tiempo (excesivo, quizá, o necesario, quién sabe) entre la escritura y lo otro, el papel. Y el resultado es de extrañeza. Al fin y al cabo, es una huella de uno. Y la huella supone la ausencia del pie.

Me encanta tu verborrea bloguera.

Rober dijo...

Y nieva en Candanchú, mi querida Lara...

David J. Calzado dijo...

Qué ganas tengo.