jueves, 17 de enero de 2008



Arrastrar las cosas sin prestar demasiada atención

al ruido que haces.

Contestar a veces como se merecen.

Hablar todo lo que sea necesario.

Saber dónde estás en cada momento,

quién te pregunta y de parte de quién.

Chasquear los dedos para que levanten la vista de sus ombligos

y te miren a los ojos los que tienen el tiempo soplando sus nucas.


Poner y quitar mi nariz de payaso, sin plantearme las situaciones.


Me atrae lo imperfecto

(la puerta que no cierra

el negocio que no funciona

el verso que cojea)

Lo demás es aburrido en el fondo.




6 comentarios:

Lara dijo...

en el fondo y en la superficie

(hay una cosa que cuando funciona está rebien, ¿eh?)

qué bueno que viniste

abrazo
largo
abrazo

Rober dijo...

A un lado y a otro.

Está rebien. Está.

Ya sabes que nunca me he ido, querida Lara.

largo abrazo verde

Miguel Marqués dijo...

Las flores que crecen en la basura.
el infame pañuelo y no la ajustada corbata.

A mí los payasos siempre me han producido una tristeza sorda (irónico), como de naftalina. Pero sí me gustan los gigantes y las forzudas, los perdedores y sus razones.

Pero la perfección existe. En el cielo, en los cristales de roca, en el hervor del agua (aunque sea del grifo).

Digamos que nada de lo humano debería ser perfecto. Quizá un ojo, o a lo sumo unas manos.

Se me va la olla (nadie es perfecto).

Un abrazo fort, Rob (esta noche no creo que te vea: tengo a los leones sueltos en casa)

Gemma dijo...

Me atrae lo imperfecto
(la puerta que no cierra
el negocio que no funciona
el verso que cojea)
Lo demás es aburrido en el fondo.

¡No podría estar más de acuerdo contigo, Robel!
Un abrazo inoportuno.

;-)

Rober dijo...

Miguel, obviar un payaso en el mundo sería como hacérselo a los mismísimos hermanos Marx, a Jango Edwards o a Leo Bassi (por cierto, no dejéis de visitar leobassi.com)
Un payaso no siempre tiene que hacer reír. Los payasos suelen hacer reflexionar, nos entristecen, nos humillan, nos alucinan con sus habilidades o nos recuerda lo pobre que es nuestra vida interior y eso, al fin y al cabo, es algo que nos gusta a todos.
Un mal payaso no puede ser nunca una mala persona. Un gran payaso ha sido muchos malos payasos. Puede existir el clown perfecto, pero nunca lo será su personaje. Es la miel de los perdedores. Eso es.
Por cierto, me alegro por tu ida de olla.

Amiga Mega, eres oportuna siempre que vengas a deshoras y no llames primero y nunca digas no tengo tiempo. Qué bien tenerte cerquita. Un abrazo

Anónimo dijo...

Hola Roberto... me ha gustado entrar en tu página y leerte, quedan ganas de leer + poesía tuya...gracias, un beso
Cristina Narea