lunes, 23 de marzo de 2009

Ayer David J. me echaba en cara que no actualizara con más frecuencia el peso de las cosas. A mí, la verdad, últimamente no me apetecía mucho escribir aquí porque estoy cargado de veneno y no se sé si quiero (y puedo) reprimirlo. David también me contaba que se había encontrado casualmente con Jose María Algaba en un bar de un pueblo de una provincia llamada Cádiz.

A mí últimamente no sé qué me pasa con Cádiz.

De allí vengo (de Rota) de pasar unos maravillosos días tan primaverales y hermosos que todavía no acierto bien a responderme qué me ha hecho volver a Madrid.

De Cádiz también he estado esperando durante mucho tiempo una llamada. Hace meses que Carmen Moreno me pidió un original para su colección institucional. Hasta hace poco yo esperaba algún comentario. Ahora prefiero no saber nada de ella. Así que os pido, por favor, que ninguno me pregunteis nunca más por su número de teléfono, ni me volvais a hacer referencia alguna con respecto a este personaje. Además de por rencor, lo hago público por si contacta con algunos de vosotros sepais que toda medida profiláctica es poca con esta señora. Debe ser que como ahora es amiga de una ministra...

Con Algaba no es necesario el cuidado al menos que seas mujer y tengas veinte años.

Le contaba Algaba a David que casualmente encontró en internet un recuerdo mío en el que me burlaba de él. No, don José María, aquello tenía más que ver con la nostalgia que con la burla. Créame que si hubiera querido burlarme no me hubieran faltado anécdotas y reflexiones. De hecho, he vuelto a buscar esa entrada o ese comentario en concreto y debe ser que lo borré, que se ha perdido en la inmensidad de internet. Recuerdo, por ejemplo, que me refería a la anécdota del día que nos echastes de tu casa a gritos porque (bendita coincidencia persecutoria) nos acusabas de robar tus libros y de burlarnos de ti cuando no estabas presente. Para que José María Algaba, si introduce su propio nombre en google, no eche en falta que hablamos de él con un cierto tonillo de guasa, aquí te devuelvo a mi blog, junto con toda una vomitona de inquina.

Qué quereis que os diga.

Ultimamente no me salen textos de amor.

De un tiempo a esta parte prefiero los de rencor.

7 comentarios:

David J. Calzado dijo...

La nostalgia es un burdo pasatiempo.

Luis Alberto de Cuenca.

Lara dijo...

Bien te quiero y no deseo que la nostalgia o el rencor de ronden más de la cuenta. Compraré un plumero especial para sacártelos de encima si alguna vez te duran.
Mejor dejar donde sea ese sustento y salir a planear por la ventana.

NáN dijo...

O salir por Malasaña a tomarnos unas copas.

Soy amigo de ella. Pero también lo soy tuyo.

Y no hace falta que nos veamos los tres. Ninguna falta.

Poéticamente, rencor es una palabra para decir bumerán.

Abrazo.

Lara dijo...

Eso me parece una magnífica idea.

kika... dijo...

todo va a temporaditas, digo yo...

escribe lo que quieras, y si quieres un abrazo que te quite algo de vitriolo, te lo doy...

y si quieres un abrazo que te deje dentro el ácido sulfúrico, pues mira, también te lo doy...

(besos)
K

david dijo...

(tsk, tsk, te escribo a escondidas aprovechando un despiste, para guiñarte el ojo, mirando el cuarto párrafo, y ofrecerte la mano, para que las apretemos cómplices)

José María Algaba dijo...

José María Algaba apenas te recuerda, Roberto. Ni siquiera te di clases. Nnca he echado a nadie de mi casa. La historia es otra, pero que más da. Puedes preguntarle a David. Es curioso que el odio nazca solo, sin motivos, sin argumentos. Y nunca le he pueesto las manos encima a una muchacha de 20 años. Hay cosas que no se pueden decir a la ligera. Eso sí, creo haberte enseñado, a propósito de Cernuda, queno es meritorio alzar leyendas con mentiras.