miércoles, 14 de abril de 2010

La penúltima.


No son buenos tiempos.

Por lo menos ahora vuelves a tener una silla,

una mesa en la que apoyar un ordenador

al que se le mezclan las letras

(casi todas menos las que de verdad necesitas)


Te falta ingenio para sobrellevar los días,

trajinar con buen fin las páginas inconclusas

de esto que llaman vida.


Ingenuo poeta,

se dice,

por fin te has deshecho

de todas las objeciones

que eran mentiras

por toda la verdades

que traían cargadas.


Pobre diablo.

Ya nada será lo mismo,

te repites deshaciéndote en la silla.


Puedes volver a asomar

las mejillas de tu rostro

con el que te has enfrentado

a todos los que te querían.

Puedes disimular con cuadros o fotos

tu propia mentira

como una mancha amarilla

en el techo o en una esquina.


Puedes pedir perdón,

pero está hecho.

Así te has mostrado

y así te valorarán las opiniones

que de verdad te importaron un día.


No es sólo vergüenza,

es asumir tu propia ira,

tu desprecio hacia todo.

Es más doloroso

el dolor de lo que creías,

mucho más amplia la caída

si vienes de huir desencajado.


También resultó más cálida

alguna voz amiga

que te ha dicho

no importa, todo pasa

pero tú has mencionado

palabras parecidas en otras ocasiones,

disimulos piadosos,

farsas con las que barnizar

lo que de ti se espera.


En Palma escribías con letra imprecisa

y mencionaste algo así

como si no has estado perdido nunca

es que no has ido a ninguna parte,

que hay varias formas

de estar perdido


no saber de dónde se viene,

no saber dónde estás,

no saber hacia dónde vas


y tú las has probado todas.


También decías que el tiempo

es una noción elástica.

Y la distancia entre las cosas, otra mentira más.


Hablaste a boca llena de existencias prestadas

y simulacros de vida,

decías que conviene saber

hasta qué punto llega el disimulo

o la ficción

y si confundirlos (o no)

con la realidad.


Ya no hablas de tristeza como en otros tiempos,

hablas de desolación,

de desiertos están plagados

tus últimos poemas.


¿es posible estar en ninguna parte?


Tú quieres seguir adelante,

pero ¿en qué dirección?


Ahora vuelves a ser Madrid, poeta necio,

intentas lavados express

algo parecido a una declaración de intenciones

sobre el día a día;

quieres seguir buenos consejos

como P. que te dice

mantén la cabeza en un sitio que esté cómoda

supera las pequeñas crisis

si no ha sido nada.


Y tú haciendo inventario de daños

quieres ver los deterioros

saber si al menos te permiten

si no navegar,

mantenerte a flote.


¿En qué has convertido tu vida?


El último recuerdo que tienes

de algo que parezca poesía

es una madrugada callejera

sujetándole la cabeza a una persona cercana

mientras ella vomitaba tu propio espíritu

en plena calle.


Luego, en volandas,

la metes en un taxi

y vuelves a casa

con las manos en los bolsillos

algo ebrio, también tú,

porqué no decirlo,

preparas una sopa de sobre

aprovechas el silencio

duermes hasta bien entrada la mañana.


¿Qué has hecho hoy?

te has dedicado a evitar

hacer ciertas llamadas,

a no querer ver a nadie.


Hoy te has dedicado a transcribir

palabra por palabra

anotaciones de este cuaderno Robert

este cuaderno con rizos

duro bruto cansino

largo como una mala vida

como la que tienes entre tus manos

sin que hayas hecho nada digno de ser mencionado


nada


de lo que sentirte orgulloso

que no sean estos espacios diáfanos

la austera ausencia de objetos

y aún así el bolígrafo que no aparece

no hay viejas máquinas Olivetti que tecleen los días

ni las noches en las que sueles caer en picado

desde el quinto piso.


La sorpresa de los que te rodean

y se comportan al contrario

de lo que parecen.


Las estanterías vacías

el silencio

la soledad

de esta tierra compartida

por millones de personas.


A veces las cosas salen bien

cuando salen del revés:

si no están torcidas no valen

o si la caligrafía es perfecta, tampoco,

(como tú)


Abres ventanas que cerraste

a cal y canto en su momento.


Esperas que el gato se anime

y empiece a explorar los tejados,

que ahuyente a las sucias palomas,

que se sepa libre.


¿Y tú? ¿Eres libre?

Eso parece, eso crees.


¿Sigues pensando que sabes quién eres?


Enlazas con aquel pensamiento urbano

a más de cien kilómetros de distancia

perdido en una montaña

de Segovia, cerca de Riaza,

y sigues pensando que quieres estar solo

y la verdad es que ya no te dan bola.


Has visto como se han posicionado

cada uno de tus pilares,

los únicos que de verdad te han importado;

ya no olvidarás nunca la sonrisa socarrona de M.,

tu viejo amigo,

preocupándose por los detalles escabrosos

de tus últimas pesadillas

(como si ya no los hubiera adivinado)

... pero escribiéndote cosas tan bellas...

el silencio eterno de D.

la benevolencia de L.

la comprensión de N.

R. que nunca va a leer esto

A. T. siempre ahí

y sobre todo E.

que te atrapó en un rincón del mundo

no te hizo ninguna pregunta sobre el pasado

ni qué piensas sobre el futuro

ni quería saber si vives o escribes

desde un estúpido equilibrio imperfecto

que tira de ti hacia los lados,

como esperando que te estrelles

reviente tu cráneo contra el suelo

se esparzan unas pocas ideas

se rompan las palabras

sufran enfermedades incurables

los verbos

y descansemos todos en paz

de una puta vez.


Pero tú, mal poeta, obsceno e impresentable

ahora vas y decides seguir con este juego.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

[Campo obligatorio; no debe dejarse en blanco.]

(Puto Blogger.com de los cojones)

Nares Montero dijo...

A mi me gusta jugar a este juego... auqnue me sienta como ave desplumada!

Riaza...mmm esa es mi casa!

Bs
N

FANGO dijo...

Pensaba que ibas a volver. Por eso miraba el blog de vez en cuando. Pero aún no te daré la bienvenida. Esperaré un poco. Un abrazo o un beso. Lo que más te apetezca.

FANGO dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
FANGO dijo...

He pensado que mejor te doy un abrazo.

David J. Calzado dijo...

...

(más silencio)